Se acerca el final del año, y con él, la evaluación de los resultados alcanzados.
En el afán de cumplir, de ser significativos dentro de la organización, de satisfacer las expectativas del jefe y de la empresa, llegamos a la meta… pero a un alto costo. Llegamos agotados, exhaustos, con el cuerpo y el alma desgastados.
Pero llegamos.
Uno de los compromisos más importantes de todo trabajador consigo mismo es el cuidado del cuerpo y de la mente, esa maquinaria maravillosa que nos permite expresar lo mejor de nuestro ser.
Sin embargo, la responsabilidad de la organización es aún mayor: velar por un cuidado respetuoso y honesto de sus colaboradores. El cansancio extremo tiene consecuencias graves tanto para la salud física como para la salud mental.
El aumento de los accidentes laborales, el mal humor persistente, el deterioro de las relaciones interpersonales —que ya no cuidamos y salen “como sea”, especialmente en los momentos de mayor presión— son señales claras de alerta.
El agotamiento extremo conduce a la pérdida de sentido del esfuerzo, del propósito y, finalmente, del sentido mismo de la vida.
“¿Para qué trabajo así?”, “Estoy tan cansado/a que ya no me importa nada ni nadie, solo quiero dormir…”
Cuando llegamos a ese punto, el trabajo pierde valor, se resienten las relaciones familiares y se abandonan los intereses personales esenciales para todo ser humano.
El resultado: más renuncias, más búsquedas de nuevos horizontes laborales donde sea posible “recuperar la vida”.
Para no llegar a este extremo, compartimos algunas orientaciones que pueden ayudar a cuidar nuestro capital humano.
Sugerencias para evitar el agotamiento extremo
- Equilibrar exigencia y descanso. Fomentar pausas activas, horarios razonables y días de recuperación real, no solo nominal.
- Promover conversaciones sobre bienestar. Habilitar espacios donde hablar del cansancio no sea visto como debilidad, sino como señal de responsabilidad.
- Reconocer los logros a tiempo. No esperar al cierre del año para valorar los esfuerzos; el reconocimiento oportuno renueva la energía.
- Distribuir responsabilidades con equidad. Evitar concentrar las tareas más pesadas siempre en los mismos colaboradores.
- Formar líderes conscientes. Capacitar a los mandos medios para identificar signos de sobrecarga y acompañar con empatía.
- Cuidar la comunicación. En los momentos de mayor presión, promover un trato respetuoso, claro y humano.
- Recordar el propósito. Conectar los resultados con el sentido profundo del trabajo: servir, crear valor, contribuir al bien común.
- Fomentar hábitos personales de autocuidado. Promover que cada colaborador encuentre sus propias rutinas de descanso, actividad física o recreación que le permitan recuperar energía y equilibrio.
El rendimiento sostenible no se logra exigiendo más, sino cuidando mejor.
Cuando el bienestar se convierte en parte de la cultura organizacional, el compromiso deja de ser una carga para transformarse en energía compartida. Cuidar a las personas no es un gesto adicional: es la base para que los resultados tengan verdadero sentido.
Cuidar y cuidarnos es una forma de honrar el esfuerzo, de sostener lo que amamos y de construir una cultura de trabajo más humana, más consciente y más feliz.
Porque “mojar la camiseta” también puede significar hacerlo con pasión, pero sin perder el equilibrio.

