¡HOLA! El gusto NO es mío…

Articulo redactado por:

Karen Pedrozo

Vicepresidente APARH | Gerente de Desarrollo Organizacional – Red Élève

Una persona me contaba una experiencia sobre su primer día en un lugar de trabajo. Se acercó a saludar con el entusiasmo de quien empieza una nueva etapa:

“Hola, soy_____, la nueva responsable de tal área” —dijo, sonriendo—.

La respuesta de la otra persona, con años en la organización, fue:

—“Hola, el gusto NO es mío”… y siguió de largo.

La sonrisa se disolvió en el silencio incómodo de un corazón que se preguntó: ¿Dónde me vine a meter?

Qué mucho puede revelar una frase tan breve. Qué mucho inferimos a partir de una interacción. Pero ¿es válido juzgar la cultura organizacional por el comportamiento de una sola persona? ¿Fue un caso aislado? ¿Tuvo un mal día? Y si miramos con un lente más ontológico —o incluso kármico—, ¿será que la nueva colaboradora atrae este tipo de experiencias para seguir aprendiendo?

Sí y no. Todas las miradas son válidas, pero el hecho es uno:
si algo tan simple genera tanto ruido… lamento informar que algo no anda bien.

Los reflejos del alma de la cultura organizacional

Partamos de lo básico. Según la Real Academia Española, cultura proviene del latín cultivo y se refiere a los conocimientos, modos de vida y manifestaciones que expresan la identidad de un grupo.

Esto nos recuerda: cosechamos lo que cultivamos, y cultivamos lo que sembramos. Básico, obvio… y aun así, complejo.

¿Cuánta atención y cuidado dedicamos a las semillas que elegimos para obtener los frutos que esperamos en nuestras organizaciones?

Hay una frase que me encanta atribuida a Peter Drucker:

“Culture eats strategy for breakfast.”

(La cultura se come a la estrategia en el desayuno).

Sin una cultura sólida y alineada, ninguna estrategia prospera.

¿Cómo nutrir una cultura sana en entornos desafiantes?

En un mundo donde la diversidad rompe paradigmas y la conciencia necesita salir del piloto automático, vale preguntarse:

¿Cuándo levantamos la cabeza del ordenador para mirarnos de verdad, reconocer que formamos parte de un todo imperfecto y aceptar que somos nosotros —con luces y sombras— quienes estamos al timón?

A veces, basta con decidir y actuar. Y es ahí donde aparece lo esencial: los valores, la misión, el para qué estamos aquí. Elementos que muchas veces están colgados en un cuadro, cuando deberían estar grabados en el alma de la organización.

Hablamos mucho de “cultura organizacional”, “cambio cultural” o “transformación organizacional”.  Pero ¿realmente entendemos lo que implican?

¿Estamos dispuestos a dedicarles la presencia, la coherencia y la responsabilidad que demandan?

Porque, al final, la cultura no solo refleja a la organización; también nos refleja a nosotros mismos.

Creo firmemente que…

  • La cultura no se escribe, se vive.
  • El liderazgo es el lenguaje invisible de la cultura.
  • La cultura funciona como el sistema inmunológico de la organización.
  • Cuando una organización cuida a las personas, las personas cuidan a la organización. Punto final.

TODOS somos responsables: líderes, colaboradores, los muy amables y los no tanto, quienes tienen un mal día y quienes la están pasando excelente.

Si queremos cambiar, no necesitamos un plan monumental. Basta con que cada líder conozca a su gente, que cada equipo revise cómo se siente al empezar el día, que cada persona recuerde que un saludo también construye cultura.

Tal vez el mayor acto de liderazgo hoy sea elegir la amabilidad:
escuchar antes de responder, agradecer antes de exigir, acompañar antes de corregir.

Si cada uno encarna un valor al día —una palabra, una mirada, una acción coherente— estaremos cultivando una cultura viva, humana y sostenible.

Porque construir una cultura centrada en las personas exige coherencia: alinear procesos, reconocer comportamientos, medir clima, formar líderes, cuidar espacios… y, sobre todo, estar disponibles.

Presentes, atentos y conscientes de que cada interacción deja huella.

Como decía un maestro:

“Un buen pastor deja las 99 ovejas y va en busca de la que se perdió.”

En toda organización siempre alguien se puede sentir perdido, desmotivado o desconectado. Todos nos perdemos alguna vez.

Liderar con humanidad también es ir por esa oveja y no dejar a nadie fuera del propósito común.

¿Y si vamos por la oveja perdida?… Seguramente solo está teniendo un mal día.

Gracias por llegar hasta acá

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