Vivimos tiempos que ponen a prueba no solo nuestras habilidades técnicas, sino también nuestra fortaleza interior. En un entorno laboral cada vez más cambiante, los desafíos no siempre se superan con conocimiento o experiencia, sino con la capacidad de gestionar lo que sentimos y de acompañar emocionalmente a otros en el proceso. La verdadera grandeza del liderazgo no está en los resultados inmediatos, sino en la forma en que mantenemos la calma, cuidamos a las personas, priorizamos lo esencial, mantenemos al equipo enfocado y elegimos construir confianza – incluso en los
momentos inciertos. Aquí es donde la inteligencia emocional (IE) deja de ser un concepto teórico para convertirse en una herramienta vital que moldea nuestra manera de liderar, decidir y relacionarnos.
Existen muchas historias de superación, éxito y disciplina.
Las has leído, yo también. Inspiran y nos permiten una visualización positiva.
¿Pero qué tan preparados estamos para recuperarnos cuando las cosas no salen (una y otra vez) como lo esperábamos? Y como líderes de nuestras organizaciones, ¿cómo hacemos para conectar con otros y ayudarlos a recuperar su auto confianza, foco y actitud cuando algo así les pasa?
Como líderes tenemos una responsabilidad ineludible con nosotros mismos. Es una decisión innegociable y tiene que ver con nuestra capacidad de volver a armar el rompecabezas, pieza por pieza… eso que algunos llaman ‘resiliencia’. Y no solo NO es opcional, sino que no considerarla como alternativa emergente pondría en jaque nuestra calidad de vida. Y la de quienes nos rodean.
Y es justamente ahí donde suele empezar el juego de la IE…
Es que es justamente nuestra capacidad para reconocer lo que sentimos – y regular esos impulsos – lo que en momentos claves condiciona o potencia nuestras decisiones.
Y alcanzar maestría personal en esos momentos es una cuestión de liderazgo, de liderazgo personal, y por eso es tan importante.
Por la misma razón hay 3 cosas que te invito a hacer:
- Calibrar nuestro mindset: para recordar una y otra vez que nuestra responsabilidad #1 como líderes es… multiplicar líderes – empezando por uno mismo. Y desde ese lugar, desde esa creencia poderosa, dedicaremos nuestro tiempo a buscar oportunidades que nos permitan crear nuevas historias, que nos fortalezcan y hagan crecer – así como a otros. Y es allí donde nuestra habilidad empática requerirá de silencios, sugerencias, perspectivas o simplemente, lograr que otros perciban que ‘ahí estamos’;
- Fortalecer la confianza: ni más ni menos porque es la plataforma sobre la que se apoyarán todas las demás competencias de liderazgo… Si no confían en vos olvídate de querer influenciarlos. Es en la integridad, en la intención, en el conocimiento y en los resultados donde la confianza se expande o encuentra su frontera; así que prepara tu inteligencia emocional para anticipar o intuir situaciones en las que tu credibilidad podría estar en duda – y haz algo al respecto;
- Potencia los impulsores de tu motivación: si hay algo que puede hacer la IE por vos es cargar de combustible a aquellos factores que hacen que quieras dar lo mejor, tal como el sentido (es fundamental que sepas por qué y para qué haces lo que haces), la autonomía (me refiero a tu libertad de maniobra para decidir), tu crecimiento (lo que aprenderás, desaprenderás en el trayecto), la importancia (qué tan valorado interna y/o externamente te sientas) y la importancia (el saber que tu contribución puede hacer algo más por alguien)…
Así que no es poco… Y el impacto es alto.
Cuando mayor sea tu EI, más placentero será el camino, para vos y para otros. Al final del día, de eso se trata, ¿no?

